Amigos, ¡qué película nos ha regalado este 2024! “Conclave” nos ha sumergido en las profundidades del Vaticano, en un juego de poder y secretos que nos ha dejado con la boca abierta. Y es que, ¿quién no se siente atraído por las intrigas de la Iglesia Católica?.
Ralph Fiennes, en el papel del Decano del Colegio Cardenalicio, nos ha mostrado una vez más su talento para encarnar personajes complejos. Pero, ¿qué diferencia hay entre el Decano y el Camarlengo?, pues la diferencia es significativa. El Decano es como el presidente del senado cardenalicio, el encargado de coordinar y dirigir las reuniones. El Camarlengo, por su parte, es el “primer ministro” del Papa, el que se encarga de los asuntos administrativos cuando el Papa muere. Son dos roles clave en un momento tan crucial para la Iglesia.
Y qué decir de Isabella Rossellini en el papel de la hermana Agnes. La italiana, siempre elegante y enigmática, nos ha regalado una interpretación sublime. Su personaje, una monja con un pasado misterioso, añade una capa extra de intriga a la trama. Rossellini, por cierto, no es ajena a los roles religiosos en el cine. Recuerdo su papel en “Wild at Heart”, donde interpretaba a una monja con un toque bastante… ¿cómo decirlo? ¡Un tanto excéntrico!
Pero hablemos de la música. El violonchelo, con ese sonido profundo y melancólico, ha sido el hilo conductor de la película. Me recordó mucho al “Joker”, donde ese instrumento también creaba una atmósfera de tensión y desasosiego. Es como si el violonchelo nos susurrara al oído los secretos más oscuros del Vaticano.
Y llegamos a la escena final. Las tortugas. ¿Qué significan? Algunos dirán que simbolizan la lentitud de la Iglesia para adaptarse a los tiempos modernos. Otros, que representan la paciencia y la perseverancia. Yo creo que es una metáfora de la vida: lenta, impredecible, y llena de sorpresas.
En definitiva, “Conclave” es una película que nos invita a reflexionar sobre el poder, la fe y la condición humana. Es un thriller psicológico que nos mantiene en vilo hasta el último minuto. Y es que, ¿quién no ha soñado alguna vez con adentrarse en los misterios del Vaticano?